Triana, obligada a «madurar muy joven» por la violencia de género

Triana (nombre ficticio), llegó a España hace unos años gracias a la ayuda de unos familiares que, aunque vivían en Estados Unidos, se dieron cuenta de la violencia de género que sufría y que su familia más próxima en Honduras no supo ver.

 

Describe su infancia como una etapa de muchas violencias, sin derechos plenos a una educación básica, obligada a emplearse en trabajos precarios, emparejada a los 15 años y madre a los 17 años con una persona que ejercía violencia de género sobre ella.

El deseo de proteger a sus hijos hizo que se viera «obligada a madurar muy joven«. Forzada a «asumir grandes responsabilidades muy joven, y con ello también a seguir aguantando los abusos y maltratos de mi pareja, su padre durante nueve años», cuenta.

Una dura decisión

Después de esos largos años, se dio cuenta que no podía seguir así y aunque su intención era la de proteger a sus hijos, pensó que realmente lo que estaba provocando era su sufrimiento permanente, haciéndoles observadores directos de los maltratos diarios.

Aunque tenía a su familia en Honduras, explica que las normas sociales prohibían que pudiese intervenir. «No me apoyaban, ¡no podrían! Aunque hubiesen podido, probablemente no lo hubiesen hecho porque ya era una madre y ya se había ido de su casa, y pues no podía ser», argumenta.

Un nuevo mundo

Su llegada a España tampoco fue fácil, sin redes familiares ni sociales. «Me estaba lanzando a un mundo desconocido», recuerda. Entonces empezó a asistir a una iglesia y fue allí donde alguien le dijo que desde hacía meses que solo la veía llorar, y que necesitaba atención psicológica.

«Fue cuando me trajo a CEAR, una ONG donde encontré el apoyo de una psicóloga, orientadora social y abogada (…) Me parecía increíble; ese apoyo fue fuerte y me sentí sobrecogida», agradece. En ese proceso Triana se dio cuenta de todo por lo que había pasado: «Era necesario que yo tuviese una protección en este país cuando les relaté mi sufrimiento, y a todo lo que yo había sobrevivido. Y es cuando empieza mi protección en este país en España».

Refugio por violencia de género

En este momento Triana ya cuenta con su estatuto de refugiada por ser víctima de género en su país de origen, y después de siete años de lucha por rehacer su vida junto a sus hijos, echa la mirada atrás y se ve como “una sobreviviente». «Me siento protegida, ya es otra cosa, ya no me sigo mirando en aquel sufrimiento, veo para atrás y veo el logro que hemos obtenido los tres”.

Las cosas no han sido fáciles para ella, una de tantas mujeres resilientes, mujeres luchadoras, mujeres fuertes. Una de tantas mujeres obligadas a huir por la violencia que buscan y encuentran refugio por género en países como España, donde le sonríen al futuro junto a sus hijos.

 

 

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