Saltar la valla para poder luchar por una vida en paz en Sevilla
La sonrisa de Abdellatif refleja ilusión y esperanza. Aunque no siempre ha sido así, y la luz de sus ojos parece apagarse cuando recuerda parte de los últimos años de su vida. Huyó de Sudán, su país de origen, en 2020. Desde entonces ha superado todo tipo de obstáculos: el último le obligó a saltar la valla de Ceuta.
Solo tiene 22 años, pero los últimos tres ya le han marcado para toda su vida. Abdellatif es el cuarto de seis hermanos nacidos en la ciudad de Garsila, al oeste de Sudán. Cuando habla de su país, habla de guerra, una guerra quizá desconocida en España y también en Europa. ‘‘En Sudán la población árabe convive con otras etnias, como la mía, que es la fur, sin embargo, es muy complicado vivir con tu propia cultura, tener tus costumbres y tu identidad». En Sudán la población es mayoritariamente musulmana, por lo que el conflicto, explica Abdellatif, no tiene un origen religioso. ‘‘La población árabe quiere lograr la unidad de nuestro país a partir de la imposición de su cultura».
Asegura que no tienen los mismos derechos que los árabes: son ignorados, marginados y discriminados por pertenecer a otra etnia. El acceso a bienes de primera necesidad como el combustible o los medicamentos se vuelve complicado. ‘‘Las cosas no son fáciles si no eres árabe, yo tenía sueños, quería seguir estudiando e ir a la Universidad, pero sabía que no tendría esa posibilidad por pertenecer a los fur».
Odisea migratoria
En febrero de 2020 le comunicó a su madre que quería irse: ‘‘Le dije que no aguantaba más, que no quería seguir allí. Quería estudiar y no podía. Mi madre se puso a llorar, no quería que me fuera, le daba miedo que algo pudiera pasarme. Pero también entendía mi desesperación. Me dijo que rezaría por mí para que nada malo me ocurriese».
Salió de Sudán con destino a Libia, donde estuvo un año y medio y vivió los peores momentos de su vida. ‘‘Yo quería llegar a Italia y por ello intenté cruzar el Mediterráneo desde el norte de Libia, hasta en tres ocasiones. Todas ellas tuvieron el mismo resultado: fui capturado, devuelto y reclutado en cárceles del país durante meses», donde recuerda que fue maltratado.
Por fortuna, logró escapar de aquel infierno. Decidió ir a Argelia y cambiar su destino final a España, en lugar de a Italia. ‘‘En Argelia pude trabajar algo, pero la vida era muy complicada, vivía en un lugar de montañas con otras personas migrantes en la misma situación que yo. No teníamos nada, solo ganas de salir de allí». A finales de 2021 llegó a Marruecos y tocó suelo español, Ceuta, en abril de 2022.
‘‘Había llegado a Europa después de más de dos años, los dos años más duros de mi vida». Como tantas otras personas migrantes, lo hizo a través de la valla de Ceuta. Por suerte, y a diferencia de otras tantas, él sí lo logró, aunque sabía que podía perder la vida en cualquiera de varios de sus intentos.
Nada más pisar territorio español, se dirigió al Centro de Estancia Temporal de Inmigrantes (CETI), donde estuvo hasta el mes de julio. Aprendió español a una velocidad que sorprende. ‘‘Lo del español fue gracias a la Asociación Elín. Un compañero me recomendó esta organización de Ceuta. Me dijo que ellos podrían ayudarme con cursos de español. Al final fue mucho más que eso, durante aquellos meses se convirtieron en mi verdadera familia».
Vida en España
Posteriormente, Abdellatif fue trasladado a Sevilla, donde fue acogido por CEAR el pasado verano. Desde entonces, no ha dejado de avanzar con su español, y se ha apuntado a la escuela de idiomas para seguir perfeccionándolo. Eso sí, admite que le costó adaptarse al acento del sur. ‘‘Aquí hablan diferente. Cuando llegué pensé que tendría que aprender un idioma nuevo y me agobié», se ríe. Ahora reconoce que le encanta esa forma de hablar, incluso él mismo ha adquirido el acento.
Además, está estudiando. Todas las tardes acude a clases de Educación Secundaria para Adultos (ESA) y sueña con especializarse en el campo de las energías renovables. En el centro en el que reside junto a otras personas acogidas por la entidad, es muy querido, tanto por sus compañeros y compañeras, como por el equipo de CEAR. Es reconocido por su sonrisa, todavía tímida y que prefiere ocultar, fruto de su juventud y del miedo que todavía le acompaña.
Recientemente ha recibido la mejor de las noticias: la resolución favorable a su petición de protección internacional. Ahora, Abedellatif está un poco más cerca del inicio de un nuevo camino, de cumplir esos sueños que en Sudán no pudieron hacerse realidad.
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