Sueños y esperanzas de refugio tres años después de la pesadilla talibán
Cuando el pasado 15 de agosto de 2021, los talibanes llegaron al poder, la vida de miles de personas se vio seriamente amenazada. Marwa, Zabi, Madiha, Bahara y Asghar huyeron de su Afganistán natal en el que tenían un futuro aparentemente prometedor para poner a salvo su vida. Fueron acogidos en Euskadi y Andalucía, desde donde hacen balance de estos tres años y miran con esperanza al futuro.

Marwa, la arquitecta que ayudaba a construir sus sueños a otras mujeres
Marwa quiere “viajar” y quiere “estudiar”, ha reconstruido sus sueños después de atravesar el duelo que supone dejar atrás una vida cerca de su familia con un trabajo estable en el país donde nació. Esta arquitecta de formación solo tiene 27 años, pero carga una gran maleta de vivencias. “En la vida todo son experiencias, buenas y malas. Vivir en España es una experiencia que merece la pena”.
Parece que se reafirma en su decisión cuando explica indignada lo que le espera a una mujer en Afganistán: “No puede salir, no puede estudiar, no puede trabajar. ¿Hasta cuándo una mujer puede aguantar eso?”, se pregunta. En su país trabajaba en una empresa y ofrecía formaciones a mujeres para ayudarlas a conseguir “un título y diseñar sus objetivos para el futuro”. La huida fue difícil, tuvo que ocultarse durante tres meses en Irán antes de llegar a España, no podía revelar a nadie donde se encontraba por el peligro que esto suponía. Ahora vive en Sevilla donde “la gente es muy amable”, reconoce, después de pasar por Bilbao y Madrid. En su futuro inmediato está buscando un máster, acompañada por CEAR, para continuar su formación. También quiere “viajar” y “trabajar”.
Zabi, el médico que espera impaciente su homologación para poder “ayudar a la gente”
Zabiullah se hace llamar “Zabi” y cuando le preguntan por su vida antes de la llegada de los talibanes, su rostro se llena de nostalgia. “Una vida de logros”, así la describe. Como médico, especialista en medicina interna, tenía su clínica privada. Por lo tanto, la decisión de huir no fue fácil, pero la alternativa era un futuro truncado por los talibanes en su país. Escapó a Pakistán junto a su mujer y su hijo “con muchas dificultades en las fronteras”, solicitaron asilo en la embajada de España en Islamabad y llegaron a Madrid el 25 de diciembre de 2021. Llegaron con miedo e incertidumbre porque apenas se habían documentado, una de las pocas informaciones con las que contaban era que “la gente es muy abierta”. Tres años después, lo confirma: “Me abrazaron con los brazos abiertos”.
Actualmente reside en Zarautz (Guipuzkoa), donde espera impaciente la homologación de su título mientras trabaja como voluntario en dos hospitales privados y en Cruz Roja, entidad con la que ya estaba vinculado en Afganistán. Le sorprende y le pesa la espera porque sabe que la falta de profesionales sanitarios es un problema en Euskadi. Siente que toda la gente que les rodea les están ayudando y sabe que un futuro cercano ingresará en un hospital y trabajará como médico “para la gente que lo necesita”.


Madiha, la ginecóloga que huyó de Afganistán en busca de «libertad»
Madiha no es su nombre real, tampoco ha querido mostrar su rostro por las posibles represalias que puede sufrir su familia que actualmente vive en Afganistán. Esta ginecóloga describe su vida antes de la llegada talibán como “maravillosa”, “una vida muy tranquila”. Para huir, necesitó la ayuda de su hermana y su marido, ya que una mujer sola con una niña no hubiera podido salir del país.
Cruzaron la frontera a Pakistán y desde ahí la ONG People Help les ayudó a llegar a España. Ahora, mira con perspectiva estos dos años y sonríe: “Cuando llegué estaba perdida”, ¿cómo voy a hacer una vida sin mi familia, mis amigos y mi trabajo?”, se preguntaba. Pero lo ha conseguido, vive en Zarauz en una casa con su hija, donde tiene una red sólida de personas y agradece a CEAR todo el apoyo que le ha brindado en este proceso de inclusión. Ahora su principal objetivo es conseguir la homologación de su título para poder ejercer su profesión.
Bahara volverá algún día al país que ama profundamente
Su vida en Afganistán era “muy buena” hasta que llegaron los talibanes y la intranquilidad empezó a apoderarse de su vida. Su marido trabajaba en la embajada de España en Kabul y a “las personas que trabajaban con extranjeros los mataban”. Por eso, decidieron escapar. Así describe el viaje emocional que vivió durante su huida: “Todos los días buenos y malos de mi vida, pasaron por mi mente como una escena de película […] Cuando despegó el avión mi corazón se paró, como si estuviera respirando por última vez […] Desde Kabul hasta Qatar y desde Qatar hasta Madrid, lloré mucho, mucho…”
Poco a poco, sus sensaciones se fueron transformando y empezó a sentir que “salía de una jaula” cuando llegó a Euskadi. Sus hijos e hijas comenzaron a ir a la escuela, ella empezó a aprender el idioma, y encontró “una nueva familia en los trabajadores de CEAR”. Ahora viven en Zarautz donde tienen muchos conocidos, su marido trabaja en una fábrica y a ella le gustaría montar un negocio de peluquería: “Llevamos tres años y tenemos una vida nueva”, afirma. Pero en un futuro le gustaría hacer un viaje a su país, “aunque ahora no es un lugar para vivir, lo amo con todo mi corazón”.


Asghar quiere montar un negocio de cultura afgana en Bilbao
“Cuando quieres salvarte la vida, el destino no te importa, el futuro tampoco, solo quieres vivir”, así describe Asghar los pensamientos desesperados que le pasaban por la cabeza aquel fatídico día en el que él y su familia huyeron de Afganistán. A diferencia del resto de muchos de sus compañeros que trabajaban para el gobierno afgano, él no había planificado su huida. Fue un antiguo general del ejército español, para el que había trabajado como intérprete, quien contactó con él por internet y le ofreció un salvoconducto para llegar a España.
Puede que aquel día fuera uno de los más intensos de su vida: “Los talibanes habían encontrado el lugar en el que me encontraba junto a mi familia en Kabul y buscaban a la gente que trabajaba en el gobierno […] La carretera estaba bloqueada, una bala chocó contra el taxi en el que viajábamos a la base militar mientras mis hijos no paraban de llorar […] había más de 10.000 personas esperando y empujando para entrar en esa base militar, tardamos cuatro horas en recorrer 200 metros, tenía que levantar a mis hijos de vez en cuando para que respiraran, quise renunciar en varias ocasiones”. Finalmente consiguió subirse en ese avión que le salvó la vida a él y su familia. Se siente un privilegiado, sabe que muchas otras personas se quedaron en el camino.
No sabía dónde iban, no sabía dónde estaba Bilbao en el mapa, solo sabía que iba a un lugar “donde se preocupan por mí, aunque no somos de la mima religión, no somos de la misma cultura, pero somos de la misma humanidad”. Asghar busca un futuro más sencillo, tiempo para estar con su familia. Ahora se siente parte de la sociedad y le gustaría contribuir a ella “montando un negocio, aunque sea un restaurante pequeño, de cultura afgana”. Su principal preocupación actual es conseguir sacar a su hermana y hermano de Teherán (Irán). Pese a solicitar la reagrupación familiar, esta se ha desestimado sin explicación.
Estas son solo algunas historias de personas que intentan reconstruir su vida en España, con todas las dificultades y oportunidades que esto supone, pero muchas siguen atrapadas en Afganistán o en terceros países, sometidas a violencia, detenciones arbitrarias y deportaciones masivas. Desde CEAR seguimos reclamando una salida segura y refugio para que puedan vivir libres y en paz.