«O sales o te llenamos la boca de balas». Isabel, la activista que no calló ante los narcotraficantes

La lucha de esta activista indígena colombiana por los derechos de las mujeres y los jóvenes hizo que se enfrentara a los poderosos narcotraficantes de su ciudad, Soacha. Pese a tener que huir para salvar su vida, España acaba de rechazar su solicitud de asilo.

Desde que nació, la vida de Isabel parece marcada por dos palabras: valor y huida. Tenía apenas dos años cuando tuvo escapar por primera vez debido a la actividad sindical de su padre, que además se atrevía a denunciar los crímenes de las guerrillas. Pero con el tiempo descubrió que su destino también era similar al de su abuela, que tuvo que desplazarse debido a la industria minera.

En ese proceso de búsqueda de su identidad, Isabel fue descubriéndose como una líder indígena, lo que le condujo a iniciar su activismo en defensa de los derechos de las mujeres de la ciudad de Soacha, muchas de ellas obligadas a prostituirse, y de los jóvenes a los que se les metía a la fuerza en el círculo, aparentemente sin salida, de la adicción y la venta de drogas. Fue ahí cuando se convirtió en enemiga de los narcotraficantes.

“Tuve la obligación de tener una valentía única”, cuenta Isabel, con el rostro tapado, teniendo que pedir que cambiemos su nombre por miedo a represalias a sus familiares que permanecen en Colombia o a otros miembros de su asociación con la que sigue colaborando desde España. “Porque el miedo a la muerte no es cobardía”, sino que al revés “te convierte en más valiente”.

Al comenzar su activismo, Isabel no quiso preocuparse demasiado por las amenazas que recibía. Como ratas muertas en su oficina, o frases que a este lado del Atlántico solo podemos imaginar como diálogos de una serie: “o sales o te llenamos la boca de balas”. Pero cuando mataron a una compañera de su asociación el mismo día que puso una denuncia no pudo seguir diciéndose que solo eran amenazas. Y al encontrar su hijo pequeño en la puerta de casa tras unos días de secuestro en los que fue obligado a drogarse, entendió que era el momento de la huida.

La llegada de Isabel a España en marzo de 2020 coincide casi por días con el inicio del estado de excepción provocado por el coronavirus. Pero para ella, ese periodo fue una liberación. Vivir sin amenazas de muerte significaba “tener una libertad que se puede respirar”.

Sin embargo, pese a las pruebas presentadas en su solicitud, las autoridades españolas rechazaron en el mes de febrero su petición de asilo, uniéndose así a las más de 5.000 que nuestro país denegó el año pasado a personas procedentes de Colombia.

Ahora no sabe si podrá continuar el curso de Igualdad de oportunidades que había empezado y si hay un futuro para ella y su familia en España. “No sé qué va a pasar, estoy en una incertidumbre total. Solo pido una oportunidad más de vida”, cuenta tras verse en situación irregular tras el rechazo a su solicitud. Una vida que sabe que ahora mismo no es posible en su país. “Si vuelvo, estoy muerta”. Así que Isabel ya no puede huir más, de nuevo está obligada a ser valiente, esta vez no para enfrentarse a los narcotraficantes, sino para afrontar el miedo de vivir sin papeles en tiempos de pandemia.

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