Abda: “En Malí que un niño se sienta niña es una aberración”

Malí es un país que se encuentra en conflicto armado desde hace varios años, pero no fueron las armas ni los hostigamientos militares que se viven día a día en el país los que empujaron a huir a Abda. Fueron los actos denigrantes y discriminatorios que recibía en el seno de su familia y en su círculo más cercano de amistades por sentirse una niña.

 

«En Malí que un niño se sienta niña es una aberración», explica Abda. Ella vivía en Bamako, la capital de Malí, se quedó huérfana desde temprano por lo que su infancia no fue fácil. Se crio con una tía, pero además tuvo que trabajar desde muy pronto para ayudar con el sustento familiar: “Yo era quien trabajaba y quien llevaba dinero a casa”, comenta.  Esa situación no le impidió continuar estudiando hasta graduarse de Bachiller.

Por esa época destacaba por ser una persona “sensible y tímida”, y aunque continuaba jugando y conviviendo con los demás niños y niñas, por dentro se sentía «una chica”, exclama con orgullo, aunque notaba la mirada enjuiciadora de muchas personas. “Mi madre era la única que me defendía y cuando murió asumí que tenía que luchar para ser la persona que soy. Mis hermanos tenían palabras denigrantes hacia mí. También en la escuela lo pasaba mal porque mis amigos me decían cosas muy fuertes”, rememora.

Los años fueron pasando y su identidad como chica se fue fortaleciendo a pesar de la oposición de familiares y amistades. “Continuaban los comportamientos denigrantes hacia mí, y mi hermano me dijo que era una vergüenza para la familia, que no me podía quedar y que tenía que irme”, comenta. El resto de su familia tampoco le apoyaba. Su abuelo era el presidente de la Asociación de Musulmanes de la localidad, lo que les obligaba a respetar las tradiciones religiosas. “Me vi en la obligación de abandonar Malí con 21 años, no tenía apoyos, además las leyes en Mali tampoco protegen a las personas LGTBIQ+”, relata con tristeza.

Odisea migratoria

En el 2011, cuando ya había terminado el bachillerato, hizo su maleta y partió rumbo a Costa de Marfil en busca de un país donde le respetasen tal y como es.  “No tenía dinero ni lugar al que ir, pero gracias a un amigo conseguí salir, porque me habían dicho que ahí iba a poder vivir bien. Pero fue una ilusión, la situación era similar a la de Malí”, relata.

Tras siete años en el país marfileño, en 2018 tuvo que mudarse a Marruecos pensando que tendría más seguridad: “Estuve tres años trabajando como telefonista en una empresa francesa hasta que el 17 de noviembre de 2021 decidí poner rumbo a Europa”, debido a las constantes discriminaciones que sufrió y a la realidad de ese país, donde según asegura, “encarcelan a las personas del colectivo LGTBIQ+”.

Pagó por subirse a una embarcación que le llevaría a España. “Fueron 8 horas de noche en el mar, hasta que nos rescató un barco de Salvamente Marítimo, nos llevaron a Fuerteventura y tres días después a un campamento en Santa Cruz de Tenerife”, señala.

Vivir tranquila

Pudo solicitar protección internacional, fue traslado a Vitoria y de ahí a Pamplona, donde lleva viviendo un año y obtuvo el estatuto de refugiada con la ayuda de CEAR. Ha aprendido español rápidamente “gracias a la academia de idiomas de CEAR» y al diccionario que consulta «a menudo”. Además, ha tenido que reorientar sus objetivos profesionales y se ha formado como auxiliar de almacén. Actualmente trabaja como frutera.

Cuando se le pregunta si es feliz responde: “Muy feliz, porque vivo tranquila, tengo la libertad para salir, entrar, viajar y tengo trabajo.  No molesto a nadie y nadie me molesta, me siento más segura, responsable y tranquila”. Y cuando se le cuestiona por sus planes de futuro: “De momento no sé, estoy bien con mi trabajo, pero en el futuro quiero ayudar a las personas que están en las mismas situaciones que yo viví en mi país, están allá frustradas, sufriendo discriminaciones, palabras denigrantes, con miedo de poder ser lo que quieren ser”.

También cuenta que le gustaría crear una fundación para ayudar a las personas del colectivo de su país.  “Continuaré formándome en lo que trabajo y seguir siendo quien soy”, concluye.

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