
Famosas y famosos refugiados
Personajes célebres refugiados que cambiaron nuestra historia
Albert Einstein fue refugiado, Hanna Arendt también lo fue. La escritora chilena Isabel Allende, el artista chino Ai Weiwei, la cantante Gloria Estefan y un sinfín de personas, cuyas vidas y obras forman parte de las nuestras, tuvieron que huir en busca de refugio.
El listado podría ser mucho mayor, pero aquí les dejamos un listado de 10 personajes famosos cuyas vidas estuvieron marcadas por una historia de refugio:
1. Freddie Mercury: del exilio de Zanzíbar a la leyenda de Queen
Freddie no era su nombre original, ni Mercury su apellido. Farrokh Bulsara nació un 5 de septiembre de 1946 en Zanzíbar, una de las dos colonias británicas que al independizarse formaron Tanzania.
Sus padres, de origen indio, lo enviaron a estudiar a un internado en su India natal. Fue allí donde aprendió a tocar el piano y con apenas 12 años ya se unió a su primera banda, The Hectics.
Tras acabar sus estudios y a su regreso a Zanzíbar, a comienzos de 1964 estalla la Revolución de Zanzíbar, un conflicto que dejó miles de muertes y desplazamientos. Entre ellos el de la familia Bulsara, que huye de la violencia hacia Reino Unido.
Freddie pudo continuar con su educación y consiguió la ciudadanía británica, antes de unirse a bandas como Ibex o Smile, grupo que con su entrada pasó a llamarse Queen a propuesta del artista en 1970. El resto ya es historia de la música, una historia de refugio.
2. Pablo Picasso: el arte desde exilio
Pablo Ruiz Picasso nació en Málaga en 1881 y comenzó a pintar siendo un niño, animado por su padre, profesor de dibujo.
Considerado el padre del cubismo y uno de los artistas más influyentes del S.XX, su genio se desarrolló entre España y Francia, a donde se mudó unos años después de haber asistido a la Exposición Universal de 1900 en París, en la que se expuso una obra suya.
Sin embargo, el golpe militar franquista de 1936 cambió el destino de Picasso para siembre, manteniéndose firme en su promesa de que no volvería a España mientras durara la dictadura. Es en París donde pinta el Guernica, probablemente su obra más universal, un grito de denuncia por los bombardeos que habían arrasado la localidad vasca y contra la barbarie de lo que estaba ocurriendo en España.
Comprometido con la causa republicana y exiliado de esa España que tanto le dolía, Pablo Picasso murió en Francia en 1973 sin haber vuelto a pisar territorio español. Sí volvieron sus obras, tras la muerte de Franco, en lo que supuso el regreso simbólico de un artista que se había convertido ya en un símbolo del exilio y de la resistencia del arte frente al poder.
3. Rafael Alberti: la poesía como patria en el exilio
Nacido en el Puerto de Santa María (Cádiz) en 1902, Rafael Alberti Merello es uno de los miembros más ilustres de la conocida como Generación del 27 y uno de esos escritores que siempre serán recordados por un fuerte compromiso político con la libertad y la justicia.
Miembro activo del Partido Comunista, como tantos miles de españoles y españolas tuvo que huir tras la victoria franquista junto su pareja, María Teresa León, otras de las escritoras más reconocidas de la época. Su exilio, que duró cuarenta años, comenzó en París, le llevó posteriormente a Argentina, donde vivieron casi dos décadas y pasó por Italia, antes de volver a España veinte con más de 70 años.
Durante ese tiempo, su poesía se convierte en un lazo que le conecta con España a través del recuerdo y de esos versos de denuncia que hablaban de desarraigo, de esperanza y de la tierra que tanto añora. Así se refleja, por ejemplo en su obra Entre el clavel y la espada, donde escribe: ¡Qué lejos, qué lejos, qué lejos de mi tierra!”.
No fue hasta 1977, ya restaurada la democracia, cuando volvió a pisar España como símbolo viviente del exilio. Fue diputado en el Congreso por el Partido Comunista de España, legalizado ese mismo año, y su obra es un recordatorio del poder de la palabra para ser resistencia y refugio, cuando uno está lejos de su tierra, de gente y de su hogar.
4. María Zambrano: la voz del alma y de la filosofía desde el destierro
Zambrano fue una de las mentes más brillantes del siglo XX español y, sin embargo, gran parte de su vida transcurrió lejos de su país, marcada por el exilio.
Nacida en Vélez-Málaga en 1904, esta filósofa pensadora y ensayista, estuvo comprometida activamente con la Segunda República, al igual que muchos intelectuales de su generación, por lo que, tras la victoria franquista, se vio obligada a abandonar España en 1939.
Durante más de cuatro décadas vivió en Francia, México, Cuba, Puerto Rico, Italia y Suiza y en el exilio escribió algunas de sus obras más importantes, como El hombre y lo divino o Claros del bosque, desarrollando un pensamiento filosófico profundamente original, en los que temáticas como el desarraigo, la memoria y el sufrimiento fueron tratados con gran profundidad.
Su regreso a España no se produjo hasta 1984, cuatro años antes de ser la primera mujer en ser reconocida con el Premio Cervantes. Decía María Zambrano que “El exilio es el lugar donde se escucha la voz del alma” y la suya es, sin duda, un alma que continúa alumbrando a quienes abandona su tierra en busca de refugio.
5. Clara Campoamor: exiliada por defender los derechos de las mujeres
Su nombre era Carmen Eulalia, pero tras la temprana muerte de su hermana mayor a los dos años, asumió el nombre de ella y paso a ser Clara.
Abogada, escritora y diputada, Clara Campoamor es una de las grandes pioneras del feminismo en España y su legado será recordado siempre por su incansable lucha por el voto femenino. Un logro alcanzado en 1931, en parte, gracias a su firme defensa en el Congreso durante la Segunda República,
El golpe de Estado de 1936 le coge en Ginebra y convertida ya en una figura incómoda para el nuevo régimen, Campoamor se encontraba en Ginebra comienza allí un exilio que la llevó a Argentina y más tarde a Suiza, donde residió hasta su muerte en 1972.
Silenciada durante décadas en España, murió sin haber visto restituida la democracia por la que tanto luchó. Hoy, Clara Campoamor es reconocida como una de las figuras clave en la conquista de los derechos de las mujeres en España, una mujer cuya vida fue ejemplo de dignidad, coherencia y valentía.
6. Sigmund Freud: el padre del psicoanálisis forzado a huir del horror nazi
El padre del psicoanálisis nació en 1856 en Příbor, actual República Checa en 1856 con el nombre de Sigismund Schlomo Freud.
Su comprensión de la mente humana cambió para siempre la psicología, la medicina y el pensamiento occidental, pero ni su prestigio intelectual ni su avanzada edad lo libraron de tener que huir del genocidio nazi.
Gran parte de su vida la pasó en Viena, donde desarrolló su teoría del inconsciente y fundó la Sociedad Psicoanalítica de Viena. Sin embargo, con la anexión de Austria por la Alemania nazi en 1938, su vida cambió radicalmente. Judío y humanista, sus libros fueron prohibidos por la Gestapo por sus ideas “enemigas de la raza aria” y tanto su vida como la de su familia se vio amenazada.
Tenía 82 años y padecía cáncer de paladar cuando tuvo que exiliarse en Reino Unido donde pasó sus últimos meses antes de su fallecimiento en septiembre de 1939. Freud fue uno de los millones de judíos obligados a huir del nazismo, un genio perseguido por su origen y pensamiento, que recibió refugio en el último tramo de su vida.
7. Malala Yousafzai: la voz que sobrevivió al silencio
Malala Yousafzai encarna la lucha en defensa del derecho a la educación de las niñas y los derechos civiles en su Pakistán natal.
Esta activista nació en Mingora en 1997 y con apenas 10 años vio como su realidad se desmoronaba con el dominio talibán de su región, el valle de Swat, afectando especialmente a las condiciones de vida de las mujeres y prohibiendo que las niñas fueran al colegio. Esa es la realidad que ella comienza a narrar poco después en un blog, publicado por la BBC, bajo el seudónimo de Gul Makai (“flor de maíz” en urdu).
Su activismo la convirtió en un objetivo y, con tan solo 15 años, fue abordada en su autobús escolar por unos talibanes que silenciar su voz con unos disparos. Milagrosamente, Malala sobrevivió al atentado y fue trasladada al Reino Unido, como refugiada.
Desde ahí ha continuado su activismo en favor del acceso universal a la educación a través de la Fundación Malala y en 2014, se convirtió en la persona más joven en recibir el Premio Nobel de la Paz, a los 17 años. Según dice ella misma, su historia es la historia de miles de niñas a las que se les priva del derecho a la educación y lucha desde el refugio para cambiar esa realidad.
8. Mercedes Sosa: su voz que fue refugio para millones de exiliados de América Latina
Conocida como “La Negra”, Mercedes Sosa fue mucho más que una cantante para toda una generación de latinoamericanos. Esta argentina nacida en Tucumán (Argentina) en 1935, hizo de su voz el eco de los pueblos cantando a la libertad y a la justicia social, convirtiendo muchas de sus canciones en himnos de resistencia y dignidad que todavía perduran.
Considerada como una de las mayores exponentes del folklore latinoamericano, durante los años 70, en plena dictadura militar argentina, su música fue considerada subversiva por el régimen, llegando a ser detenida en medio de un concierto en La Plata junto a todo su público.
Perseguida y amenazada de muerte, Mercedes tuvo que partir al exilio, primero en París y posteriormente en Madrid, desde donde siguió cantando a la nostalgia, a la esperanza y a la vida hasta su regreso a Argentina en 1982, cuando la dictadura empezaba a tambalearse.
Convertida ya en un símbolo de la lucha contra la opresión, Mercedes Sosa sus canciones le dieron voz a las millones de personas cuyas voces habían sido silenciadas por las dictaduras latinoamericanas y su mensaje de esperanza aún resuena:
Pero no cambia mi amor
Por más lejos que me encuentre
Ni el recuerdo ni el dolor
De mi pueblo y de mi gente
Y lo que cambió ayer
Tendrá que cambiar mañana
Así como cambio yo
En estas tierras lejanas
Cambia, todo cambia
Cambia, todo cambia
9. Wangari Maathai: raíces de resistencia en tierra hostil
Bióloga, activista ambiental y defensora incansable de los derechos humanos, Wangari Maathai nació en 1940 en Nyeri, Kenia, y pasó a la historia como la primera mujer africana en recibir el Premio Nobel de la Paz.
También fue la primera mujer de África Oriental en obtener un doctorado y desde muy joven comienza su activismo ecologista. En 1977 funda el Movimiento Cinturón Verde, con el que promovió la reforestación, el empoderamiento de las mujeres, contribuyendo mejorar los medios de vida de las comunidades locales.
No obstante, su lucha por la justicia social y climática le costó cara, puesto que durante la dictadura de Daniel arap Moi (décadas de 1980 y 90’) Maathai fue considerada “enemiga del Estado”. Es por ello, por lo que, tras varios encarcelamiento y ante las amenazas constantes, parte a un exilio manera temporal, aunque nunca tuvo estatus de persona refugiada.
En 2002 regresa a Kenia para formar parte de la Coalición Nacional del Arcoiris, el partido en el que se había unificado la oposición. Elegida diputada y nombrada ayudante del ministro de Medio Ambiente en 2003, jamás abandonó su lucha ecologista por un mundo más justo y sostenible.
10. Chinua Achebe: narrar el exilio para no olvidar
Albert Chinụalụmọgụ Achebe, conocido como Chinua Achebe, es probablemente el autor más influyente de la literatura africana en inglés. Nacido en 1930 en Nigeria, su primera novela, Todo se desmorona, marcó un antes y un después en la forma de narrar África sin el filtro colonial dominante, para hacer una feroz crítica tanto al colonialismo, como a la pérdida de la identidad y de las tradiciones que había provocado.
No obstante, Achebe no fue perseguido por sus novelas, sino porque su defensa de la causa biafreña en la guerra de Biafra (1967–1970), un conflicto que enfrentó al gobierno de Nigeria con las provincias del sudeste, que reclamaban la independencia de la zona bajo el nombre de República de Biafra.
El fracaso de las aspiraciones independentistas biafreñas y la persecución a la que se vio sometido, forzaron a Achebe a abandonar Nigeria en varias ocasiones, exiliándose en Estados Unidos, donde ejerció como profesor universitario y continuó escribiendo sobre colonialismo, identidad africana y desarraigo.
A su regreso a Nigeria un accidente de tráfico lo dejó en silla de ruedas y decidió volver a Estados Unidos, donde murió con 82 años. El exilio y el desarraigo atravesaron su obra y su pensamiento, pero Achebe encontró en la escritura un refugio, como reflejó en su ensayo Home and Exile:
La desposesión que causó mi estridencia está en retirada, aunque las marcas de su pillaje aún están por todas partes. Puedo ver, a pesar de ellas, que he recorrido un largo camino.