Mani desafió al régimen de los ayatolá para poder ser, sentir y amar

Ahora vive en Pamplona donde ha conseguido reconstruir su vida y, al fin, sentirse libre con el apoyo de CEAR Navarra.

 

Mani nunca se sintió una niña. Desde muy temprana edad se enfrentó a una familia tradicional y a la conservadora sociedad iraní para evitar usar el hiyab, para cumplir los estándares de apariencia de las niñas. Comportamientos como cortarse el pelo para aparentar ser un niño le hacían vivir en constante conflicto en la escuela y en casa. Su infancia estuvo repleta de ansiedad, estrés y miedo. “Había profesoras que me regañaban por llevar el pelo corto, que tampoco veían bien que me relacionase con mis compañeras de clase, porque me veían como una mala influencia para ellas”, recuerda.

Cuando llegó a la adolescencia fue cuando comprendió que necesitaba salir del país, su vida en Irán corría peligro. «Si no se sigues las leyes de la República Islámica, serás castigado, arrestado y golpeado.  Si eres miembro de la comunidad LGBT, serás reconocido por el gobierno como un criminal cuya sentencia es la muerte», asegura. Mani reconoce que el proceso transgénero está regulado en el país, este te obliga a someterte a sesiones de electroshock, las cirugías deben ser completas y no son seguras. Es decir, según él,  todo el proceso está orientado a que desistas por el camino. “En Irán solo está aceptado ser hombre o mujer, no caben las opciones intermedias, ni ser homosexual. Te pueden condenar a muerte si eres lesbiana”, explica Mani.

“En Irán solo está aceptado ser hombre o mujer, no caben las opciones intermedias, ni ser homosexual. Te pueden condenar a muerte si eres lesbiana”, explica Mani. Clic para tuitear

En ese momento fue cuando Mani comenzó a idear su plan de huida, que se concretó cuando cumplió la mayoría de edad y con la firma de su padre, pudo obtener el pasaporte que le abriría las fronteras. Huyó a Turquía, donde permaneció cuatro años junto a otros amigos trans refugiados en el país. Pero la supervivencia allí era complicada: sin permiso de trabajo ni acceso a derechos básicos, como la sanidad pública. Su deseo entonces era continuar su ruta hacia Estados Unidos dentro del programa de reasentamiento para personas refugiadas, pero el cambio político de Donald Trump que vetó a los ciudadanos de Irán en su territorio, hizo que cambiara sus planes.

En 2019 llegó a España junto a otros 39 iraníes. No conocía nada de este país más allá que el “fútbol” y “los toros”. Él quería estar en una ciudad grande, pero le asignaron una plaza de acogida en Navarra y allí ha conseguido reconstruir su vida gracias al apoyo de CEAR Navarra: “Puedo tener una vida, puedo trabajar, puedo ir al gimnasio…”, enumera como verdaderos privilegios. Ha conseguido un trabajo en Pamplona y vive en “libertad”.

Sin embargo, sus pensamientos siguen estando en su país de origen, especialmente tras la muerte de Mahsa Amini. Mani explica que por primera vez en 43 años, el país sale a las calles para mostrar su oposición a la «República Islámica» y al sistema de «hiyab obligatorio», y cada vez se está viviendo mayor represión y asesinatos por agentes del gobierno. El gobierno sigue «limitando sus derechos», según relata Mani, la última medida es bloquear el acceso a aplicaciones como Instagram y WhatsApp y restringir el acceso a Internet para reducir la capacidad de organización de los manifestantes y evitar la difusión de noticias sobre los muertos durante las protestas callejeras.  «Estas pueden ser las restricciones de Internet más severas en Irán», asegura.

Mani no puede olvidar a todas las mujeres iraníes y personas LGBTIQ+ que siguen atrapadas en el país, o aquellas obligadas a abandonarlo para escapar de las presiones del gobierno y de las leyes que atentan contra su seguridad y sus vidas. Hoy, Mani alza la voz porque sigue soñando con un Irán libre.

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