Acha, una luchadora contra el matrimonio forzado en Camerún.

Acha[1], perseguida en su país por negarse a casarse con un hombre a quién no quería,  solicitante de asilo en Marruecos, país dónde reside, nos relata su historia, y la de otras muchas mujeres de su Camerún natal.

 En el pueblo de Acha, en el oeste de Camerún, las familias se ven obligadas a entregar a sus hijas al señor de la comunidad si este se antoja de ellas. Esta suerte de matrimonio forzado, convierte a las jóvenes en propiedad del señor, un tipo de esclavitud sexual y explotación de la mujer consentida por las costumbres y las autoridades del lugar.

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“El señor demunidad elige a las mujeres que quiere tener. Si eres una de las elegidas y te niegas, amenazan tu vida o la de tu familia”, relata Acha.

 “Cuando vives en la casa del señor, no tienes más opción que acatar sus ordenes ya que te conviertes en su propiedad. Yo me negué y tuve que huir del país”. Una huida inevitable hacia otro país debido a la imposibilidad de rehacer su vida en Camerún, lejos de las amenazas y de las redes de su marido. “En los pueblos por los que pase, el señor, al ser una autoridad con poder, tenia contactos y fui amenazada. Finalmente conseguí salir de mi país y llegar a Marruecos a través de la frontera con Argelia”.

 Sin embargo, en Marruecos, la mayoría de estatutos de refugiados que se reconocen son los de solicitantes procedentes de países en guerra, no teniendo en suficiente  consideración a las personas necesitadas de protección internacional de lugares dónde no hay conflictos armados. Este es el temor de Acha, que su nacionalidad determine en sentido negativo la resolución de su caso de asilo. Además la escasa sensibilidad de los instructores de su caso hacia la persecución por motivos de género, incrementan su convencimiento de que no obtendrá asilo en Marruecos, al igual que ha sucedido con otras mujeres.

 Muchas personas refugiadas con perfiles similares al de Acha y que podrían obtener asilo en España o en Europa por sufrir violencia de género en sus países de origen, se ven obligadas a permanecer en países como Marruecos dónde difícilmente serán reconocidas como refugiadas. El blindaje de nuestras fronteras y el papel de gendarme otorgado a Marruecos para impedir a toda costa la llegada de migrantes y refugiados a nuestro país, utilizando métodos brutales de represión y violación de derechos humanos, hacen prácticamente imposible que Acha, y otras mujeres como ella, accedan a la protección internacional que necesitan para poder vivir con dignidad lejos de la violencia.

 La defensa de su propia dignidad como persona es el motor que le llevo a tomar la difícil decisión de abandonar su país: “Yo no quería que me tratasen como un objeto. No quería llevar esa vida. Eso no es un hogar. No es un hogar digno para ver crecer a tus hijos”. Ahora, en Rabat, es una valiente luchadora denunciando la situación que tantas mujeres padecen como víctimas de matrimonios forzados.


[1] Acha es un nombre ficticio utilizado para proteger la identidad de la protagonista de esta historia.

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