¿Qué podemos aprender de las personas refugiadas para cuidar nuestra salud mental?

Si algo está demostrando la pandemia del coronavirus es que nos necesitamos mutuamente para superar colectivamente estos tiempos de incertidumbre global. Por este motivo, CEAR ha organizado un encuentro online sobre cómo aprender de las personas refugiadas para cuidar nuestra salud mental. Sofía Abaitua, psicóloga de CEAR en Euskadi, compartió algunas de sus experiencias en una vídeollamada que se ha quedado grabada y que puede ayudar a muchas personas para afrontar esta situación tan excepcional.

 

Sofía destaca que cada persona tiene una reacción diversa ante situaciones como las que nos está tocando vivir. «Ante el shock que supuso esta situación para todo el mundo, en CEAR pensamos que iba a ser también un golpe duro para las personas refugiadas. Tuvimos que organizar el servicio en dos ejes: el primero en cubrir esas urgencias; y un segundo consistente en dar seguimiento a las personas que ya estábamos atendiendo previamente».

En este encuentro se pudo constatar los enormes desafíos que supone la intervención psicológica cuando es imposible contar con los vínculos que genera una atención presencial. «Según aumenta el tiempo de confinamiento, también las demandas, las cuales son muy parecidas a las que ha tenido la sociedad en su conjunto. Esta pandemia ha supuesto un reajuste de nuestra forma de estar y funcionar en el mundo. De tener que estar en alerta constante a una amenaza que está ahí presente, una sobreinformación muchas veces poco clara… Todo esto mantenido en el tiempo genera mucho agotamiento», apunta Sofía.

Todos los impactos de las experiencias vividas, de las violaciones de derechos humanos, persecuciones no tienen que ver solo con respuesta individuales, sino que tiene que ver con algo mucho más amplio y no se pueden separar del contexto político y social. «Influyen muchos los vínculos y las relaciones sociales y ahí las personas refugiadas parte con desventaja. Tienen que huir de experiencias traumáticas, que tienen unos impactos, tanto negativos como positivos. Sobre esos impactos una nueva experiencia traumática puede ser algo retraumatizante, activar miedos previos o, al contrario, activar estrategias de resistencia», comenta. Por el contrario, piensa que las personas refugiadas parten con ventaja a la hora de afrontar tiempos de incertidumbre, porque desgraciadamente están acostumbradas a «vivir en un mundo con pocas certezas».

Sin embargo, Sofía recuerda el caso de una madre que llegó sola con sus tres hijos tras tener que huir de un país en guerra. Una mujer que estaba acostumbrada a superar todo tipo de obstáculo y que de repente se derrumbó a causa del virus. «Me decía que cuando estaba en la guerra sabía quién era el enemigo, le podía poner cara, pero a esto no”.

En cuanto al uso recurrente del lenguaje bélico para tratar de animar a la sociedad, Sofía opina que esta situación no es para nada comparable, ya que en una guerra se da una situación de violencia colectiva, en la cual se ejerce esa violencia de forma premeditada hacia ciertos colectivos, como la infancia, que suele ser una de sus principales víctimas. Aunque matiza que en esta pandemia hay muchas personas se están viendo en situaciones de mayor vulnerabilidad y «nuestro papel como sociedad debe ser acompañarlas para que no se vean en situaciones equiparables a las de una guerra».

Durante esta crisis sanitaria y social muchas personas han perdido a sus seres queridos sin poder ni siquiera despedirse. Lamentablemente, si alguien sabe de estas dolorosas despedidas en la distancia son las personas refugiadas. «Hay muchísimas situaciones de malas muertes, como aquellas personas que desaparecen en el trayecto migratorio. Para que puedan superar el duelo migratorio, trabajamos en terapias que tratan de sustituir los rituales colectivos», recalca.

Por estos motivos, Sofía considera fundamental aprender de las personas refugiadas para cuidar nuestra salud mental. «El cuidado es tener presente que somos una colectividad, que no estamos solos en el mundo, que formamos parte de una comunidad y vivir bajo la filosofía de dar y recibir». En ese sentido cree que esta pandemia está sirviendo al menos para que nos reubiquemos en el mundo y nos pongamos en la piel de las personas que viven situaciones desesperadas, porque este virus ha demostrado que «hoy son ellas, pero mañana podríamos ser cualquiera», concluye.

El coronavirus nos ha recordado que no estamos solos en el mundo, que formamos parte de una comunidad. Clic para tuitear
Ayúdanos.

Con una aportación de 10€ nos ayudas a proporcionar el material escolar para niños y niñas refugiadas